Las visiones de las cuatro enormes bestias saliendo del mar y su interpretación (Daniel 7)

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Las visiones de las cuatro enormes bestias que surgen del mar, descritas por el profeta Daniel, tienen una interpretación general similar a la del sueño de la estatua de cuatro metales y su conclusión. Para una mejor comprensión de este estudio sobre las cuatro bestias, puede consultar previamente la página de estudio sobre la estatua (haciendo clic en el enlace).

El significado general de la visión de las cuatro bestias es idéntico al de la estatua (capítulo 2): los cuatro metales, que representan cuatro potencias mundiales, corresponden a las cuatro bestias (capítulo 7). La primera bestia representa a Babilonia (el oro de la estatua). La segunda bestia representa al poder medo-persa (la plata de la estatua). La tercera bestia representa al imperio griego (el cobre de la estatua). La cuarta bestia representa al imperio romano (el hierro que se extiende hasta sus pies y dedos). Aquí está la descripción detallada de las cuatro bestias salvajes:

“En el primer año de Belsasar el rey de Babilonia, Daniel mismo contempló un sueño y visiones de su cabeza sobre su cama. En aquel tiempo puso por escrito el sueño mismo. La narración completa de los asuntos informó. 2 Daniel se expresaba y decía:

“Sucedió que contemplaba en mis visiones durante la noche, y, ¡pues vea!, los cuatro vientos de los cielos estaban agitando el vasto mar. 3 Y cuatro enormes bestias estaban saliendo del mar, y cada una era diferente de las otras.

4 ”La primera era como un león, y tenía las alas de un águila. Seguí contemplando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue alzada de la tierra y se le hizo pararse sobre dos pies justamente como un hombre, y se le dio el corazón de un hombre.

5 ”Y, ¡pues vea!, otra bestia, una segunda, y esta era como un oso. Y de un lado estaba levantada, y había tres costillas en su boca entre sus dientes; y esto era lo que le decían: ‘Levántate, come mucha carne’.

6 ”Después de esto seguí contemplando, y, ¡pues vea!, otra [bestia], una como un leopardo, pero tenía cuatro alas de una criatura voladora en la espalda. Y la bestia tenía cuatro cabezas, y se le dio gobernación en realidad.

7 ”Después de esto seguí contemplando en las visiones de la noche, y, ¡pues vea!, una cuarta bestia, espantosa y terrible y extraordinariamente fuerte. Y tenía dientes de hierro, grandes. Estaba devorando y triturando, y lo que quedaba lo estaba pisoteando con sus pies. Y era una cosa diferente de todas las [otras] bestias que habían sido antes de ella, y tenía diez cuernos. 8 Seguí considerando los cuernos, y, ¡mire!, otro cuerno, uno pequeño, salió entre ellos, y hubo tres de los primeros cuernos que fueron arrancados de delante de él. Y, ¡mire!, había ojos como los ojos de un hombre en este cuerno, y había una boca que estaba hablando cosas grandiosas” (Daniel 7:1-8).

La tercera bestia salvaje, parecida a un leopardo con cuatro alas, simboliza acertadamente el imperio griego en la época de las rapidísimas conquistas territoriales de Alejandro Magno. Un leopardo simboliza la velocidad, acentuada en esta visión por la presencia de cuatro alas. Este leopardo tiene cuatro cabezas, lo que significa que aquellas conquistas territoriales se dividieron entre los cuatro generales de Alejandro Magno tras su muerte prematura. Además, hay otra descripción profética que ilustra esta situación histórica en la profecía de Daniel, capítulo 8:

“Y lo vi entrar en contacto estrecho con el carnero, y empezó a mostrar amargura hacia él, y procedió a derribar al carnero y a quebrar sus dos cuernos, y resultó que no hubo poder en el carnero para mantenerse firme delante de él. De modo que lo arrojó a la tierra y lo holló, y resultó que el carnero no tuvo quien lo librara de su mano.

8 Y el macho de las cabras, por su parte, se dio grandes ínfulas hasta el extremo; pero en cuanto se hizo poderoso, el gran cuerno fue quebrado, y procedieron a subir conspicuamente cuatro en lugar de él, hacia los cuatro vientos de los cielos” (Daniel 8:7,8).

Aquí está la interpretación que el ángel dio a esta visión:

“El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos [representa a] los reyes de Media y Persia. 21 Y el macho cabrío peludo [representa] al rey de Grecia; y en cuanto al gran cuerno que estaba entre sus ojos, [representa] al primer rey. 22 Y puesto que ese fue quebrado, de modo que hubo cuatro que finalmente se levantaron en lugar de él, hay cuatro reinos de [su] nación que se pondrán de pie, pero no con su poder” (Daniel 8:20-22).

Este texto describe proféticamente la superioridad militar del imperio griego (el macho cabrío con un gran cuerno) sobre el imperio medo-persa (el carnero con dos cuernos, rotos y luego pisoteado). El cuerno del macho cabrío se rompe para describir la muerte prematura del rey conquistador (Alejandro Magno), reemplazado por otros cuatro cuernos, que representan a los cuatro generales que heredarían las conquistas territoriales. Los cuatro cuernos del macho cabrío representan las cuatro cabezas del leopardo con cuatro alas (la tercera bestia mencionada en el capítulo 7).

En cuanto a la cuarta bestia (del capítulo 7), esta representa el Imperio Romano, extendiéndose hasta nuestros días, con diez cuernos o reyes que simbolizan la antigüedad romana tardía. La continuidad de esta influencia romana hasta nuestros días se describe en el capítulo 2, que menciona la estatua con sus piernas, pies y dedos de hierro mezclado con barro moldeado. Se dedica un estudio bíblico especial al significado concreto de esta influencia romana en nuestro tiempo, en el estudio de la estatua (Daniel 2), primera parte, y en el estudio de las piernas, pies y dedos (Daniel 2), segunda parte (haga clic en los enlaces respectivos para acceder a estos estudios).

Finalmente, las visiones de las cuatro bestias concluyen con el establecimiento de un tribunal presidido por el propio Padre Celestial, que decidirá sobre la destrucción de estas bestias salvajes. Esta parte de la visión profética es similar a la visión de la estatua (Daniel 2), que fue golpeada por una piedra que la destruyó por completo. A continuación, se presenta el relato de la conclusión de estas visiones (Daniel 7):

“Seguí contemplando hasta que se colocaron tronos y el Anciano de Días se sentó. La ropa de él era blanca justamente como la nieve, y el cabello de su cabeza era como lana limpia. Su trono era llamas de fuego; sus ruedas eran un fuego ardiente. 10 Había una corriente de fuego que fluía y salía de delante de él. Había mil millares que seguían ministrándole, y diez mil veces diez mil que seguían de pie directamente delante de él. El Tribunal tomó asiento, y hubo libros que se abrieron.

11 ”Seguí contemplando en aquel tiempo debido al sonido de las palabras grandiosas que el cuerno estaba hablando; seguí contemplando hasta que la bestia fue muerta y su cuerpo fue destruido y fue dado al fuego ardiente. 12 Pero en cuanto a las demás bestias, sus gobernaciones fueron quitadas, y hubo un alargamiento de vida que se les dio por un tiempo y sazón.

13 ”Seguí contemplando en las visiones de la noche, y, ¡pues vea!, con las nubes de los cielos sucedía que venía alguien como un hijo del hombre; y al Anciano de Días obtuvo acceso, y lo presentaron cerca, aun delante, de Aquel. 14 Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación de duración indefinida que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas” (Daniel 7:9-14).

La última parte de esta visión menciona que un hijo del hombre recibe un reino de su Padre Celestial. Jesucristo mismo se refirió a sí mismo como este hijo del hombre ungido como rey, descendiente del rey David, en su bautismo (Mateo 12:40; 13:37; 24:27-31,36-44; 25:31-46; 26:1,24,45,64).

Un punto importante a tener en cuenta: El relato bíblico muestra que la investidura de un rey a la cabeza de un reino se produce en dos etapas. El primer paso es la unción, o designación por parte de Dios, del ser humano que será rey. La segunda etapa es cuando recibe un reino sobre el cual ejercerá su autoridad como rey.

Jesucristo fue ungido Rey por su Padre Celestial, Jehová Dios, en su bautismo en el año 29 EC. Antes del nacimiento del niño Jesús, el ángel Gabriel le dijo a María, su futura madre, que su hijo sería Rey: « Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin » (Lucas 1:33). Así, Jesucristo se convirtió en Rey designado por su Padre, al inicio de su primera presencia en la tierra, en el año 29 EC. 

Cuando ascendió al cielo para unirse a su Padre Celestial, según el Salmo 110, se sentó a la diestra del Padre esperando hasta el momento de conseguir el poder real del Reino de Dios, en el cielo como en la tierra: « La expresión de Jehová a mi Señor es: “Siéntate a mi diestra hasta que coloque a tus enemigos como banquillo para tus pies” » (Salmo 110, comparar con Lucas 19:12). En 1914, según la profecía del capítulo 4 de Daniel y el libro de Apocalipsis, parece que el Rey Jesucristo consiguió el poder real con el Reino de Dios.

La acción del Reino de Dios será el cumplimiento de la petición hecha en el Padre Nuestro: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra“ (Mateo 6:9,10).

Venga tu reino: es un gobierno celestial cuyo rey es Jesucristo, acompañado de los 144.000 reyes y sacerdotes, la Nueva Jerusalén; según el libro de Apocalipsis (Apocalipsis 21:1-4).

La presencia de aquellos reyes (la Nueva Jerusalén), con el Rey Jesucristo, se menciona en el capítulo 7 de Daniel:

« Y el reino y la gobernación y la grandeza de los reinos bajo todos los cielos fueron dados al pueblo que son los santos del Supremo. Su reino es un reino de duración indefinida, y todas las gobernaciones servirán y obedecerán aun a ellos » (Daniel 7:27).

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