La congregación de Laodicea

« Y al ángel de la congregación que está en Laodicea escribe: Estas son las cosas que dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación por Dios: ‘Conozco tus hechos, que no eres ni frío ni caliente. Quisiera que fueras frío o, si no, caliente. Así, por cuanto eres tibio, y ni caliente ni frío, voy a vomitarte de mi boca. Porque dices: “Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente nada”, pero no sabes que eres desdichado y lastimoso y pobre y ciego y desnudo, te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por fuego, para que te enriquezcas, y prendas de vestir exteriores blancas, para que llegues a estar vestido y para que la vergüenza de tu desnudez no quede manifiesta, y pomada para los ojos, para que te la frotes en los ojos a fin de que veas.
”’A todos aquellos a quienes les tengo cariño los censuro y los disciplino. Por lo tanto, sé celoso y arrepiéntete.¡Mira! Estoy de pie a la puerta, y toco. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré en su [casa] y cenaré con él, y él conmigo. Al que venza, le concederé sentarse conmigo en mi trono, así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oído, oiga lo que el espíritu dice a las congregaciones’ » (Apocalipsis 3:14-22).
El mensaje dirigido a la congregación de Laodicea es particularmente severo. Cuando Jesucristo critica a esta congregación por ser « tibia », explica el por qué: « Porque dices: “Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente nada” ». Le reprocha su orgullo, su arrogancia y su forma de ser presumida. En su primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo, advierte contra el amor al dinero: « Sin embargo, los que están resueltos a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores » (1 Timoteo 6:9,10). Y más adelante, muestra la necesidad de que los « ricos » no caigan en el orgullo y la arrogancia: « A los que son ricos en el presente sistema de cosas da órdenes de que no sean altaneros, y de que cifren su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas » (1 Timoteo 6:17).
Lo que es cierto a nivel individual, lo es en la escala de una congregación cristiana que vive en una ciudad o en un país rico en niveles económicos. Como en el caso de la congregación de Laodicea, dicha riqueza material puede hacer que toda una congregación llegue a ser orgullosa y arrogante, hasta ser condescendiente hacia otras congregaciones en pobreza material, tal como la congregación de Esmirna. Todas las congregaciones cristianas que se encuentran en la situación de la congregación de Laodicea harían bien en abrir los ojos a su situación espiritual catastrófica, mientras que el juicio, antes de la gran tribulación, se acerca. Deben seguir esta orden de Jesucristo glorificado: « te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por fuego, para que te enriquezcas, y prendas de vestir exteriores blancas, para que llegues a estar vestido y para que la vergüenza de tu desnudez no quede manifiesta, y pomada para los ojos, para que te la frotes en los ojos a fin de que veas ».
Es obvio que cuando los superintendentes de la congregación de Laodicea recibieron esta carta fueron pasmados y se entristecieron mucho. Sin embargo, Jesucristo dijo que detrás de aquella gran severidad, existe un deseo cariñoso de que esta congregación cambie de actitud mental: « ’A todos aquellos a quienes les tengo cariño los censuro y los disciplino ». El apóstol Pablo también escribió lo mismo, de que la disciplina puede causar una gran tristeza, sin embargo, si la tenemos en cuenta, entonces tendremos muchas bendiciones: « Para disciplina ustedes están aguantando. Dios está tratando con ustedes como con hijos. Pues, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si ustedes están sin la disciplina de la cual todos han llegado a ser participantes, son verdaderamente hijos ilegítimos, y no hijos. Además, solíamos tener padres que eran de nuestra carne para disciplinarnos, y les mostrábamos respeto. ¿No hemos de sujetarnos mucho más al Padre de nuestra vida espiritual, y vivir? Pues ellos por unos cuantos días nos disciplinaban según lo que les parecía bien, pero él lo hace para provecho nuestro de modo que participemos de su santidad. Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo, después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia » (Hebreos 12:7-11).
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El Apocalipsis y el mensaje de Jesucristo a las siete congregaciones cristianas (Apocalipsis 2 y 3)
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