¿Me ha perdonado Dios?

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Dios perdona al arrepentido sincero

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La historia del rey Manasés, que ha derramado mucha sangre, es la demostración de hasta qué punto la misericordia de Dios puede aplicarse al arrepentimiento sincero. En la narración bíblica, está escrito sobre las malas acciones del rey Manasés: « Y hubo también sangre inocente que Manasés derramó en grandísima cantidad, hasta que hubo llenado a Jerusalén de extremo a extremo, además de su pecado con que hizo pecar a Judá haciendo lo que era malo a los ojos de Jehová » (2 Reyes 21:16). Debido a sus malas acciones, Dios lo castigó: « Y Jehová siguió hablando a Manasés y su pueblo, pero ellos no prestaron atención. Por fin Jehová trajo contra ellos a los jefes del ejército que pertenecía al rey de Asiria, y así ellos capturaron a Manasés en los huecos, y lo sujetaron con dos grilletes de cobre y se lo llevaron a Babilonia » (2 Crónicas 33:10,11). Sin embargo, por increíble que sea, este rey malvado terminó arrepintiéndose sinceramente de sus malas acciones y obteniendo la misericordia de Dios: « Y tan pronto como esto le causó angustia, él ablandó el rostro de Jehová su Dios, y siguió humillándose mucho a causa del Dios de sus antepasados. Y siguió orando a Él, de modo que Él se dejó rogar por él y oyó su petición de favor y lo restauró en Jerusalén a su gobernación real; y Manasés llegó a saber que Jehová es el Dios [verdadero] » (2 Crónicas 33:12,13). ¿Cuál es la razón de este ejemplo bíblico?

Muchos hombres y mujeres han cometido errores irreversibles, como matar a muchos humanos (en el contexto de un conflicto) o participar en abortos. Muchos de ellos piensan que es imposible que Dios los perdone. Añadido a esto un sentimiento profundo de remordimiento e de indignidad. Con respecto a la inmensa misericordia de Dios, está escrito: « Vengan, pues, y enderecemos los asuntos  entre  nosotros  —dice  Jehová—. Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve; aunque sean rojos como tela de carmesí, llegarán a ser aun como la lana » (Isaías 1:18). Este versículo está especialmente dirigido a aquellos hombres y mujeres que se arrepienten sinceramente ante Dios, pidiendo perdón: Dios perdona al arrepentido sincero sobre la base del valor expiatorio de la sangre de Jesucristo: « Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan un pecado. Y no obstante, si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo » (1 Juan 2:1,2). Además, Jehová Dios resucitará a los millones de muertos que han sido víctimas de los muchos genocidios (Juan 5:28,29). Lo que es irreversible para el hombre no lo es para Dios (Mateo 19:26 « Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todas las cosas son posibles »).

Es posible que incluso si la misericordia de Dios se aplica al arrepentido sincero, un sentimiento de remordimiento e indignidad continuará hostigándolo. Sin embargo, hay que saber que Dios es mayor que los corazones: « En esto conoceremos que nos originamos de la verdad, y aseguraremos nuestro corazón delante de él respecto a cualquier cosa en que nos condene nuestro corazón, porque Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas. Amados, si [nuestro] corazón no [nos] condena, tenemos franqueza de expresión para con Dios; y cualquier cosa que le pedimos la recibimos de él, porque estamos observando sus mandamientos y estamos haciendo las cosas que son gratas a sus ojos » (1 Juan 3:19-22).

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El pecado contra el espíritu santo que no tiene perdón

« Por este motivo les digo: Toda suerte de pecado y blasfemia será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el espíritu no será perdonada. Por ejemplo, a cualquiera que hable una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el espíritu santo, no le será perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero »

(Mateo 12:31,32)

El pecado contra el espíritu santo es una actitud obstinada contra la fuerza activa de Dios y, más generalmente, contra su propósito. Quien peca contra el espíritu santo, peca de manera voluntariosa y con ahínco. Jesucristo, cuando estuvo en la tierra, señaló que algunos de la clase religiosa de los fariseos habían pecado contra el espíritu santo: « ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atraviesan mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando este llega a serlo, lo hacen merecedor del Gehena dos veces más que ustedes. (…) Serpientes, prole de víboras, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena? » (Mateo 23:15,33). El Gehena, mencionado por Jesucristo, era el vertedero al sur de Jerusalén, fuera de las murallas, que simbolizaba la destrucción total y, en las palabras de Cristo, una muerte sin resurrección.

¿Cómo llegaron algunos de aquellos hombres a pecar contra el espíritu santo? El discípulo Esteban resumió muy bien el proceso espiritual: « Hombres obstinados e incircuncisos de corazón y de oídos, siempre están ustedes resistiendo el espíritu santo; como hicieron sus antepasados, así hacen ustedes. ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados? Sí, mataron a los que de antemano hicieron anuncio respecto a la venida del Justo, cuyos traidores y asesinos ustedes ahora han llegado a ser, ustedes que recibieron la Ley según fue transmitida por ángeles, pero no la han guardado” (Hechos 7:51-53).

Aquellos líderes religiosos han visto las manifestaciones milagrosas del Espíritu Santo a través de las muchas curaciones y resurrecciones realizadas por Jesucristo. Como ejemplo, después de la resurrección de Lázaro, el relato del evangelio de Juan nos informa que los fariseos buscaban matar no solo a Jesucristo, sino también a Lázaro (Juan 11:45-53 (la decisión de matar a Jesús); Juan 12:10 (La decisión de matar a Lázaro)). En el contexto de lo que dijo Jesucristo sobre el pecado contra el espíritu santo, los fariseos dijeron que Jesús ejecutaba milagros con el espíritu del diablo, lo que representaba una blasfemia contra la fuerza activa de Dios, el espíritu santo (Mateo 12:22-30). Aquellos que pecan contra el Espíritu Santo son personas profundamente inicuas.

¿Cómo evitar este extremo? El apóstol Pablo da la respuesta: « Por lo cual, ahora que han desechado la falsedad, hable verdad cada uno de ustedes con su prójimo, porque somos miembros que nos pertenecemos unos a otros. Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo. El que hurta, ya no hurte más, sino, más bien, que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que sea buen trabajo, para que tenga algo que distribuir a alguien que tenga necesidad. No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido, sino todo dicho que sea bueno para edificación según haya necesidad, para que imparta lo que sea favorable a los oyentes. También, no estén contristando el espíritu santo de Dios, con el cual han sido sellados para un día de liberación por rescate » (Efesios 4:25-30).

Por lo tanto, no se debe contristar al espíritu santo, es decir, no participar en conductas contrarias a los mandamientos bíblicos. Aquellos que pudieran estar acostumbrados a participar en esta mala conducta, el siguiente paso sería « resistir » al espíritu santo como lo hicieron los fariseos. Algunos podrían preguntarse, con un temor bastante legítimo, si han pecado contra el espíritu. ¿Cómo saberlo? Hay que tranquilizarse mientras estamos alertas acerca este asunto.

Es Dios quien juzga por medio de su Hijo Jesucristo quién ha pecado contra el espíritu santo. Es interesante volver a leer y pensar sobre el relato del hijo pródigo (Lucas 16:11-23). Jesucristo describe la misericordia de Dios bajo la apariencia de un padre que pacientemente permite que su hijo siga su camino, que va desde una actitud fundamentalmente malvada hasta una que conduce al arrepentimiento. Esta ilustración muestra cómo Jehová Dios está listo para detectar el menor indicio de arrepentimiento para poder perdonar (1 Reyes 18:13 (Jehová vio algo bueno en el corazón del hijo de Jeroboam (un rey malvado))). A algunos seres humanos tienen la conciencia cargada con muchos pecados que han cometido, entre los cuales extremadamente graves. El hecho de que la conciencia reaccione y nos condene por nuestras malas acciones, provocando una gran tristeza, es un índice importante de que lo irreversible no ha sido alcanzado, desde el punto de vista de Dios.

De hecho, hay una tristeza que lleva al arrepentimiento: « Por eso, aunque los entristecí con mi carta, no me pesa. Aun cuando al principio sí me pesó (veo que aquella carta los entristeció, aunque solo por un breve espacio), ahora me regocijo, no porque fueran simplemente entristecidos, sino porque fueron entristecidos para arrepentimiento; porque fueron entristecidos de manera piadosa, para que en nada sufrieran daño debido a nosotros. Porque la tristeza de manera piadosa obra arrepentimiento para salvación del cual no hay que tener pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque, ¡miren!, esta misma cosa, el que hayan sido entristecidos de manera piadosa, ¡qué gran solicitud produjo en ustedes, sí, el librarse de culpa, sí, indignación, sí, temor, sí, anhelo, sí, celo, sí, corrección del abuso! En todo respecto ustedes demostraron ser castos en este asunto » (2 Corintios 7:8-11; Isaías 1:18 « Vengan, pues, y enderecemos los asuntos  entre  nosotros  —dice  Jehová—. Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve; aunque sean rojos como tela de carmesí, llegarán a ser aun como la lana » »).

Sin embargo, estemos siempre atentos al uso de nuestra lengua, porque es con ella que se puede cometer este pecado irreversible, según Jesucristo: « Porque por tus palabras serás declarado justo, y por tus palabras serás condenado » (Mateo 12:33-37; compárese con Mateo 5:22 « Mientras que quienquiera que diga: ‘¡Despreciable necio!’, estará expuesto al Gehena de fuego »). A lo largo del Capítulo 3 de la Carta del discípulo Santiago, se describe el buen y el mal uso de la lengua. En este capítulo, de manera pictórica, Santiago también muestra que es con la lengua que se puede cometer este pecado imperdonable: « Pues bien, la lengua es un fuego. La lengua constituye un mundo de injusticia entre nuestros miembros, porque mancha todo el cuerpo y enciende en llamas la rueda de la vida natural y es encendida en llamas por el Gehena » (Santiago 3:6). Manifestemos la sabiduría de arriba para protegernos espiritualmente de cometer lo irreparable desde el punto de vista de Dios y de su Hijo Jesucristo, a quien confió el juicio: “Pero la sabiduría de arriba es primeramente casta, luego pacífica, razonable, lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos, sin hacer distinciones por parcialidad, sin ser hipócrita. Además, en cuanto al fruto de la justicia, su semilla se siembra en condiciones pacíficas para los que están haciendo la paz » (Santiago 3:17,18).

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Jesucristo es el único camino a la salvación eterna

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