Los relatos de los milagros de Jesucristo (Juan 21:25)

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« Hay, de hecho, muchas otras cosas también que Jesús hizo, que, si se escribieran alguna vez en todo detalle, supongo que el mundo mismo no podría contener los rollos que se escribieran »

(Juan 21:25)

Miracle8

Jesucristo y el primer milagro escrito en el Evangelio de Juan, convierte el agua en vino: « Ahora bien, al tercer día se efectuó un banquete de bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Jesús y sus discípulos también fueron invitados al banquete de bodas. Cuando faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Pero Jesús le dijo: “¿Qué tengo que ver contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dijo a los que ministraban: “Todo cuanto les diga, háganlo”. Sucedió que había puestas allí seis tinajas de piedra para agua según lo exigido por los reglamentos de purificación de los judíos, cada una de las cuales podía contener dos o tres medidas de líquido. Jesús les dijo: “Llenen de agua las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta el borde. Y les dijo: “Saquen un poco ahora y llévenlo al director del banquete”. De modo que ellos lo llevaron. Pues bien, cuando el director del banquete probó el agua que había sido convertida en vino, pero no sabía de dónde venía, aunque lo sabían los que ministraban que habían sacado el agua, el director del banquete llamó al novio y le dijo: “Todo otro hombre pone primero el vino excelente, y cuando la gente está embriagada, el inferior. Tú has reservado el vino excelente hasta ahora”. Jesús ejecutó esto en Caná de Galilea como principio de sus señales, y puso de manifiesto su gloria; y sus discípulos pusieron su fe en él » ​(Juan 2:1-11).

Jesucristo sana al hijo de un servidor del rey: « Así que fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Ahora bien, había cierto servidor del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaum. Cuando este hombre oyó que Jesús había venido de Judea a Galilea, se fue a donde él y se puso a pedirle que bajara y sanara a su hijo, porque este estaba a punto de morir. Sin embargo, Jesús le dijo: “A menos que ustedes vean señales y prodigios, de ninguna manera creerán”. El servidor del rey le dijo: “Señor, baja antes que mi niñito muera”. Jesús le dijo: “Ponte en camino; tu hijo vive”. El hombre creyó la palabra que Jesús le habló, y se fue. Pero ya mientras iba bajando sus esclavos lo encontraron para decirle que su muchachito vivía. De modo que él se puso a inquirir de ellos la hora en que mejoró de salud. Por consiguiente, le dijeron: “Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre”. De manera que el padre supo que era en la misma hora en que Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y él y toda su casa creyeron. De nuevo, esta fue la segunda señal que Jesús ejecutó cuando vino de Judea a Galilea » (Juan 4:46-54).

Jesucristo sana a un hombre poseído por un demonio en Capernaum: « Y bajó a Capernaum, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en día de sábado; y estaban atónitos de su modo de enseñar, porque su habla tenía autoridad. Ahora bien, en la sinagoga había un hombre con un espíritu, un demonio inmundo, y este gritó con voz fuerte: “¡Ah! ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, nazareno? ¿Viniste a destruirnos? Sé exactamente quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo reprendió, y dijo: “Calla, y sal de él”. Entonces, después de derribar al hombre en medio de ellos, el demonio salió de él sin hacerle daño. Ante esto, todos quedaron pasmados, y conversaban unos con otros, y decían: “¿Qué clase de habla es esta, porque con autoridad y poder ordena a los espíritus inmundos, y salen?”. De modo que las noticias respecto a él salían a todo rincón de la comarca » (Lucas 4:31-37).

Jesucristo expulsa demonios en el país de los Gadarenos (actual Jordania, parte oriental del río Jordán, cerca del lago Tiberíades): « Cuando llegó al otro lado, al país de los gadarenos, lo encontraron dos hombres —poseídos de demonios— que salían de entre las tumbas conmemorativas, feroces en extremo, de modo que nadie tenía ánimo para pasar por aquel camino. Y, ¡mire!, gritaron, diciendo: “¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Viniste aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado?”. Pero muy lejos de ellos había una piara de muchos cerdos paciendo. De modo que los demonios le suplicaban, diciendo: “Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos”. Por consiguiente, les dijo: “¡Vayan!”. Ellos salieron y se fueron a los cerdos; y, ¡mire!, toda la piara se precipitó por el despeñadero al mar, y murió en las aguas. Pero los porquerizos huyeron y, yéndose a la ciudad, informaron todo, incluso el asunto de los hombres poseídos de demonios. Y, ¡mire!, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y, habiéndolo visto, le instaron con ahínco a que se saliera de sus distritos » (Mateo 8:28-34).

Jesucristo sana a la suegra del apóstol Pedro: « Y Jesús, al entrar en la casa de Pedro, vio a la suegra de este acostada y enferma con fiebre. Por consiguiente, le tocó la mano, y la fiebre la dejó, y ella se levantó y se puso a ministrarle » (Mateo 8:14,15).

Jesucristo sana a un hombre con la mano derecha paralizada: « En el transcurso de otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba seca. Los escribas y fariseos entonces estuvieron observándolo detenidamente para ver si curaría en día de sábado, a fin de hallar alguna manera de acusarlo. Él, sin embargo, conocía sus razonamientos; no obstante, dijo al hombre de la mano seca: “Levántate y ponte de pie en medio”. Y él se levantó y quedó de pie. Entonces Jesús les dijo: “Les pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien, o hacer daño?, ¿salvar un alma, o destruirla?”. Y después de mirar alrededor a todos ellos, dijo al hombre: “Extiende la mano”. Él lo hizo, y la mano le fue restaurada. Pero ellos se llenaron de insensatez, y se pusieron a hablar unos con otros en cuanto a qué podrían hacerle a Jesús » (Lucas 6:6-11).

Jesucristo sana a un hombre con hidropesía (edema, acumulación excesiva de líquido en el cuerpo): « Y en una ocasión cuando entró en la casa de cierto gobernante de los fariseos en día de sábado para tomar una comida, lo estaban observando detenidamente. Y, ¡mira!, estaba delante de él cierto hombre que tenía hidropesía. De modo que, tomando la palabra, Jesús habló a los que estaban versados en la Ley y a los fariseos, y dijo: “¿Es lícito curar en sábado, o no?”. Mas ellos guardaron silencio. Con eso, él se asió [del hombre], lo sanó y [lo] despachó. Y les dijo: “¿Quién de ustedes, si su hijo o su toro cae en un pozo, no lo saca inmediatamente en día de sábado?”. Y no pudieron contestar respecto a estas cosas » (Lucas 14:1-6).

Jesucristo sana a un ciego: « Ahora bien, al acercarse él a Jericó, cierto ciego estaba sentado al lado del camino, mendigando. Puesto que este oyó a la muchedumbre que iba pasando, se puso a inquirir lo que significaba esto. Le informaron: “¡Jesús el Nazareno va pasando!”. Con eso, clamó, y dijo: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Y los que iban delante empezaron a decirle rigurosamente que se callara, pero mucho más gritaba él: “Hijo de David, ten misericordia de mí”. Entonces Jesús se detuvo y mandó que condujeran el [hombre] hasta él. Después que él se hubo acercado, [Jesús] le preguntó: “¿Qué quieres que te haga?”. Él dijo: “Señor, que recobre la vista”. De modo que Jesús le dijo: “Recobra tu vista; tu fe te ha devuelto la salud”. Y al instante recobró la vista, y se puso a seguirle, glorificando a Dios. También, todo el pueblo, al ver [esto], dio alabanza a Dios » (Lucas 18:35-43).

Jesucristo sana a dos ciegos: « Al ir pasando Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, clamando y diciendo: “Ten misericordia de nosotros, Hijo de David”. Después que él hubo entrado en la casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les preguntó: “¿Tienen fe en que yo puedo hacer esto?”. Le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, y dijo: “Según su fe, sucédales”. Y sus ojos recibieron la vista. Además, Jesús les mandó rigurosamente, diciendo: “Miren que nadie llegue a saberlo”. Pero ellos, después que salieron fuera, hicieron público esto acerca de él por toda aquella región” (Mateo 9:27-31).

Jesucristo sana a un sordomudo: « Entonces, saliendo él de nuevo de las regiones de Tiro, se fue por Sidón al mar de Galilea y subió por en medio de las regiones de Decápolis. Aquí le trajeron un hombre sordo y con un impedimento del habla, y le suplicaron que pusiera la mano sobre él. Y él se lo llevó aparte de la muchedumbre, en privado, y puso sus dedos en los oídos del hombre y, después de escupir, le tocó la lengua. Y con una mirada al cielo suspiró profundamente y le dijo: “Éffatha”, esto es: “Sé abierto”. Pues bien, las facultades de oír de aquel fueron abiertas, y el impedimento de su lengua fue desatado, y empezó a hablar normalmente. Con eso, él les ordenó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más les ordenaba, tanto más lo proclamaban. De hecho, estaban atónitos de una manera sumamente extraordinaria, y decían: “Todas las cosas las ha hecho bien. Hasta a los sordos hace oír y a los mudos hablar” » (Marcos 7:31-37).

Jesucristo sana a un leproso: « También vino a él un leproso, y le suplicó hasta de rodillas, diciéndole: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”. Con esto, él se enterneció, y extendió la mano y lo tocó, y le dijo: “Quiero. Sé limpio”. E inmediatamente la lepra desapareció de él, y quedó limpio » (Marcos 1:40-42).

La curación de los diez leprosos: « Y mientras iba a Jerusalén pasaba por en medio de Samaria y Galilea. Y en el momento en que entraba en cierta aldea lo encontraron diez varones leprosos, pero se pusieron de pie a lo lejos. Y levantaron la voz y dijeron: “¡Jesús, Instructor, ten misericordia de nosotros!”. Y cuando él alcanzó a verlos, les dijo: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes”. Entonces, mientras se iban, se efectuó su limpieza. Uno de ellos, cuando vio que había sido sanado, volvió atrás, glorificando a Dios en alta voz. Y cayó sobre su rostro a los pies [de Jesús], y le dio gracias; además, era samaritano. En respuesta Jesús dijo: “Los diez fueron limpiados, ¿no es verdad? Entonces, ¿dónde están los otros nueve? ¿No se halló ninguno que volviera atrás a dar gloria a Dios, sino este hombre de otra nación?”. Y le dijo: “Levántate y ponte en camino; tu fe te ha devuelto la salud”” (Lucas 17:11-19).

Jesucristo sana a un paralítico: « Después de estas cosas hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Pues bien, en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, hay un estanque designado en hebreo Betzata, que tiene cinco columnatas. En estas yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y los que tenían miembros secos. Pero estaba allí cierto hombre que llevaba treinta y ocho años en su enfermedad. Al ver a este hombre acostado, y dándose cuenta de que ya por mucho tiempo había estado [enfermo], Jesús le dijo: “¿Quieres ponerte bien de salud?”. El enfermo le contestó: “Señor, no tengo un hombre que me meta en el estanque cuando se revuelve el agua; y entretanto que yo voy, otro baja antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Con eso, el hombre inmediatamente se puso bien de salud, y tomó su camilla y echó a andar » (Juan 5:1-9).

Jesucristo sana a un epiléptico: « Cuando se acercaron a la multitud, un hombre se le acercó, se arrodilló ante él y le dijo: » Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es un epiléptico y está enfermo. fuego ya menudo en el agua. Lo llevé a tus discípulos, pero no pudieron curarlo « . En respuesta, Jesús dijo: « Oh generación infiel y retorcida, ¿cuánto tiempo debo permanecer contigo? ¿Cuánto tiempo debo aguantarte? Tráemelo aquí ». Entonces Jesús reprendió al demonio, y salió de él, y el niño quedó curado desde esa hora.Luego los discípulos se acercaron a Jesús en privado y le dijeron: « ¿Por qué no pudimos expulsarlo? » Él les dijo: « Por su poca fe. Porque en verdad les digo, si tienen fe del tamaño de un grano de mostaza, dirán a esta montaña: ‘Muévete de aquí para allá’, y se moverá, y nada te será imposible ” (Mateo 17:14-20).

Un milagro sin saberlo: « Mientras Jesús iba, las muchedumbres lo apretaban. Y una mujer, que padecía flujo de sangre hacía doce años, y que no había podido conseguir que nadie la curara, se acercó por detrás y le tocó el fleco de la prenda de vestir exterior, y al instante el flujo de su sangre cesó. De modo que Jesús dijo: “¿Quién es el que me ha tocado?”. Cuando todos lo negaban, Pedro dijo: “Instructor, las muchedumbres te cercan y te oprimen estrechamente”. Sin embargo, Jesús dijo: “Alguien me ha tocado, porque percibí que ha salido poder de mí”. Viendo que no había pasado inadvertida, la mujer vino temblando y cayó delante de él y reveló ante todo el pueblo por qué razón lo había tocado, y cómo había sido sanada al instante. Pero él le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud; vete en paz »” (Lucas 8:42-48).

Jesucristo sana a distancia: « Cuando él hubo acabado todos sus dichos a oídos del pueblo, entró en Capernaum. Ahora bien, el esclavo de cierto oficial del ejército, a quien este apreciaba mucho, se hallaba mal y estaba a punto de morir. Habiendo oído acerca de Jesús, envió a él algunos ancianos de los judíos a pedirle que viniera a sacar de peligro a su esclavo. Entonces los que vinieron a Jesús se pusieron a suplicarle solícitamente, diciendo: “Es digno de que le otorgues esto, porque ama a nuestra nación, y él mismo nos edificó la sinagoga”. De modo que Jesús partió con ellos. Pero no estando él lejos de la casa, el oficial del ejército ya había enviado unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres debajo de mi techo. Por esto no me consideré digno de ir a ti. Mas di tú la palabra, y sea sanado mi sirviente. Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad, que tengo soldados bajo mí, y digo a este: ‘¡Vete!’, y se va, y a otro: ‘¡Ven!’, y viene, y a mi esclavo: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”. Pues bien, al oír estas cosas Jesús se maravilló de él, y se volvió a la muchedumbre que le seguía y dijo: “Les digo: Ni siquiera en Israel he hallado fe tan grande”. Y los que habían sido enviados, al volver a la casa, hallaron al esclavo en buena salud » (Lucas 7:1-10).

Jesucristo sana a una mujer encorvada durante 18 años: « Ahora bien, estaba enseñando en una de las sinagogas en día de sábado. Y, ¡mira!, una mujer que tenía un espíritu de debilidad desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podía levantarse de manera alguna. Al verla, Jesús se dirigió a ella y le dijo: “Mujer, se te pone en libertad de tu debilidad”. Y puso las manos sobre ella; y al instante ella se enderezó, y se puso a glorificar a Dios. Pero, en respuesta, el presidente de la sinagoga, indignado porque Jesús había hecho la curación en sábado, empezó a decir a la muchedumbre: “Seis días hay en que se debe hacer trabajo; en estos, por lo tanto, vengan y sean curados, y no en día de sábado”. Sin embargo, el Señor le contestó y dijo: “Hipócritas, ¿no desata del pesebre cada uno de ustedes en día de sábado su toro o su asno y lo lleva a beber? ¿No era propio, pues, que esta mujer que es hija de Abrahán, y a quien Satanás tuvo atada, ¡fíjense!, dieciocho años, fuera desatada de esta ligadura en día de sábado?”. Pues bien, cuando él dijo estas cosas, todos sus opositores empezaron a avergonzarse, pero toda la muchedumbre empezó a regocijarse de todas las cosas gloriosas que él había hecho » (Lucas 13:10-17).

Jesucristo sana a la hija de una mujer fenicia: « Partiendo de allí, Jesús entonces se retiró a las partes de Tiro y Sidón. Y, ¡mire!, una mujer fenicia de aquellas regiones salió, y levantó la voz, y dijo: “Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija está terriblemente endemoniada”. Pero él no le contestó palabra. De modo que sus discípulos se acercaron y empezaron a solicitarle: “Despídela; porque sigue clamando tras nosotros”. En respuesta, él dijo: “No fui enviado a nadie aparte de las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Cuando la mujer vino, se puso a rendirle homenaje, diciendo: “¡Señor, ayúdame!”. En respuesta, él dijo: “No es correcto tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos”. Ella dijo: “Sí, Señor; pero en realidad los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le dijo en respuesta: “Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda según deseas”. Y su hija fue sanada desde aquella hora » (Mateo 15:21-28).

La pesca milagrosa: « En cierta ocasión, cuando la muchedumbre se agolpaba sobre él y escuchaba la palabra de Dios, él estaba de pie junto al lago de Genesaret. Y vio dos barcas atracadas al borde del lago, pero los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le pidió que se apartara un poco de la tierra. Entonces se sentó, y desde la barca se puso a enseñar a las muchedumbres. Cuando cesó de hablar, dijo a Simón: “Rema hasta donde está profundo, y echen sus redes para la pesca”. Pero respondiendo Simón, dijo: “Instructor, toda la noche nos afanamos y no sacamos nada, pero porque tú lo dices bajaré las redes”. Pues bien, cuando hicieron esto, encerraron una gran multitud de peces. En realidad, se les rompían las redes. De modo que hicieron señas a sus socios [que estaban] en la otra barca para que vinieran y les prestaran ayuda; y ellos vinieron, y llenaron ambas barcas, de manera que estas se hundían. Viendo esto, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, y dijo: “Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor”. Pues, ante la redada de peces que habían pescado, quedaron pasmados él y todos los que con él estaban, y así mismo Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran partícipes con Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “Deja de tener miedo. De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres”. De modo que volvieron a traer las barcas a tierra, y abandonaron todo y le siguieron » (Lucas 5:1-11).

Jesucristo calma una tormenta: « Y cuando hubo subido en una barca, le siguieron sus discípulos. Ahora bien, ¡mire!, se levantó una gran agitación en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; él, sin embargo, dormía. Y ellos vinieron y lo despertaron, diciendo: “¡Señor, sálvanos, estamos a punto de perecer!”. Pero él les dijo: “¿Por qué se acobardan, hombres de poca fe?”. Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y el mar, y sobrevino una gran calma. Por consiguiente, los hombres se asombraron, y dijeron: “¿Qué clase de persona es esta, que hasta los vientos y el mar le obedecen? » (Mateo 8:23-27). Este milagro muestra que en el paraíso terrestre no habrá más tormentas o inundaciones que causen desastres.

Jesucristo andando sobre el mar: « Por fin, habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a orar. Aunque se hizo tarde, estaba allí solo. Para este tiempo la barca estaba a muchos centenares de metros de la tierra, y las olas la tenían en aprieto, pues tenían el viento en su contra. Pero en el período de la cuarta vigilia de la noche él vino a ellos, andando sobre el mar. Cuando alcanzaron a verlo andando sobre el mar, los discípulos se perturbaron, y dijeron: “¡Es un fantasma!”. Y clamaron en su temor. Pero en seguida Jesús les habló estas palabras: “Cobren ánimo, soy yo; no tengan temor”. En respuesta, Pedro le dijo: “Señor, si eres tú, mándame venir a ti sobre las aguas”. Él dijo: “¡Ven!”. Entonces Pedro, bajando de la barca, anduvo sobre las aguas y fue hacia Jesús. Pero al mirar a la tempestad de viento, le dio miedo, y, comenzando a hundirse, clamó: “¡Señor, sálvame!”. Inmediatamente Jesús, extendiendo la mano, lo asió, y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué cediste a la duda?”. Y después que subieron a la barca, se apaciguó la tempestad de viento. Entonces los que estaban en la barca le rindieron homenaje, y dijeron: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. Y terminaron la travesía y llegaron a tierra en Genesaret » (Mateo 14:23-33).

Jesucristo multiplica los panes: « Después de estas cosas, Jesús partió para el otro lado del mar de Galilea, o Tiberíades. Pero una gran muchedumbre continuó siguiéndole, porque contemplaban las señales que él ejecutaba en los que estaban mal. De modo que Jesús subió a una montaña, y allí estaba sentado con sus discípulos. Ahora bien, estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Por lo tanto, cuando Jesús alzó los ojos y observó que una gran muchedumbre venía a él, dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos panes para que estos coman?”. Sin embargo, decía esto para probarlo, porque él mismo sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no les bastan, para que cada uno reciba un poco”. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí está un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos pescaditos. Pero ¿qué son estos entre tantos?”. Jesús dijo: “Hagan que los varones se reclinen como en una comida”. Bueno, había mucha hierba en el lugar. Entonces los hombres se reclinaron, en número de unos cinco mil. De modo que Jesús tomó los panes y, después de dar gracias, los distribuyó a los que estaban reclinados; igualmente también todo lo que querían de los pescaditos. Pero cuando se hubieron saciado dijo a sus discípulos: “Recojan los trozos que sobran, para que nada se desperdicie”. Por lo tanto los recogieron, y llenaron doce cestas de trozos de los cinco panes de cebada, que les sobraron a los que habían comido. Por consiguiente, cuando los hombres vieron las señales que él ejecutó, empezaron a decir: “Con certeza este es el profeta que había de venir al mundo”. Por lo tanto, Jesús, sabiendo que estaban a punto de venir y prenderlo para hacerlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo » (Juan 6:1-15). Habrá comida en abundancia por toda la tierra (Salmos 72:16; Isaías 30:23).

Jesucristo resucita al hijo de una viuda: « Poco después de esto viajó a una ciudad llamada Naín, y sus discípulos y una gran muchedumbre viajaban con él. Al acercarse él a la puerta de la ciudad, pues ¡mira!, sacaban a un muerto, el hijo unigénito de su madre. Además, ella era viuda. También estaba con ella una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad. Y cuando el Señor alcanzó a verla, se enterneció por ella, y le dijo: “Deja de llorar”. En seguida se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron, y él dijo: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!”. Y el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y él lo dio a su madre. Entonces el temor se apoderó de todos, y se pusieron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha sido levantado entre nosotros”, y: “Dios ha dirigido su atención a su pueblo”. Y estas noticias respecto a él se extendieron por toda Judea y por toda la comarca » (Lucas 7:11-17).

Jesucristo resucita a la hija de Jairo: « Mientras él todavía estaba hablando, vino cierto representante del presidente de la sinagoga, y dijo: “Ha muerto tu hija; no molestes ya al maestro”. Al oír esto, Jesús le contestó: “No temas, solo muestra fe, y ella será salva”. Cuando llegó a la casa, no dejó que nadie entrara con él sino Pedro y Juan y Santiago y el padre y la madre de la muchacha. Pero toda la gente estaba llorando y golpeándose en desconsuelo por ella. De modo que él dijo: “Dejen de llorar, porque no murió, sino que duerme”. Ante esto, empezaron a reírse de él desdeñosamente, porque sabían que ella había muerto. Mas él la tomó de la mano y llamó, diciendo: “Muchacha, ¡levántate!”. Y el espíritu de ella volvió, y ella se levantó al instante, y él ordenó que se le diera algo de comer. 5Pues bien, sus padres quedaron fuera de sí; pero él les dio instrucciones de que no dijeran a nadie lo que había acontecido » (Lucas 8:49-56).

Jesucristo resucita a su amigo Lázaro, que ha estado muerto durante cuatro días: « Jesús, de hecho, aún no había entrado en la aldea, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. Por lo tanto, los judíos que estaban con ella en la casa, y que la confortaban, al ver que María se levantó pronto y salió, la siguieron, pensando que iba a la tumba conmemorativa para llorar allí. Así que María, cuando llegó a donde Jesús estaba y alcanzó a verlo, cayó a sus pies, y le dijo: “Señor, si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Jesús, pues, cuando la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando, gimió en el espíritu y se perturbó; y dijo: “¿Dónde lo han puesto?”. Ellos le dijeron: “Señor, ven y ve”. Jesús cedió a las lágrimas. Por eso los judíos empezaron a decir: “Mira, ¡cuánto cariño le tenía!”. Pero algunos de ellos dijeron: “¿No pudiera este [hombre], que abrió los ojos al ciego, haber impedido que este muriera?”. Así que Jesús, después de gemir otra vez en sí mismo, vino a la tumba conmemorativa. Era, de hecho, una cueva, y había una piedra recostada contra ella. Jesús dijo: “Quiten la piedra”. Marta, la hermana del fallecido, le dijo: “Señor, ya debe oler mal, porque hace cuatro días”. Jesús le dijo: “¿No te dije que si creías habrías de ver la gloria de Dios?”. Por lo tanto, quitaron la piedra. Entonces Jesús alzó los ojos hacia el cielo y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has oído. Cierto, yo sabía que siempre me oyes; pero a causa de la muchedumbre que está de pie en derredor hablé, a fin de que crean que tú me has enviado”. Y cuando hubo dicho estas cosas, clamó con fuerte voz: “¡Lázaro, sal!”. El [hombre] que había estado muerto salió con los pies y las manos atados con envolturas, y su semblante estaba envuelto en un paño. Jesús les dijo: “Desátenlo y déjenlo ir” » (Juan 11:30-44).

La última pesca milagrosa (poco después de la resurrección de Cristo): « Sin embargo, justamente cuando estaba amaneciendo, Jesús estuvo de pie en la playa, pero los discípulos, por supuesto, no discernieron que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: “Niñitos, no tienen nada de comer, ¿verdad?”. Le contestaron: “¡No!”. Él les dijo: “Echen la red al lado derecho de la barca, y hallarán”. Entonces la echaron, pero ya no podían sacarla a causa de la multitud de peces. Por lo tanto, aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Entonces Simón Pedro, al oír que era el Señor, se ciñó su prenda de vestir de encima, porque estaba desnudo, y se lanzó al mar. Pero los otros discípulos vinieron en la barquilla, pues no estaban lejos de tierra, solamente a unos noventa metros de ella, arrastrando la red de peces » (Juan 21:4-8).

Jesucristo hizo muchos otros milagros. Nos permiten fortalecer nuestra fe, animarnos y obtener una idea de las muchas bendiciones que habrá en el paraíso. Las palabras escritas del apóstol Juan resumen muy bien el número prodigioso de milagros que Jesucristo hizo, como garantía de lo que sucederá en el paraíso: « Hay, de hecho, muchas otras cosas también que Jesús hizo, que, si se escribieran alguna vez en todo detalle, supongo que el mundo mismo no podría contener los rollos que se escribieran » (Juan 21:25).

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La esperanza de la vida eterna

El relato de los milagros de Jesucristo para fortalecer la fe en la esperanza de la vida eterna…

El significado de las resurrecciones realizadas por Jesucristo (Juan 11:30-44)

Los relatos de las resurrecciones hechas por Jesús consuelan a quienes tienen fe en esta esperanza…

La resurrección terrestre de los justos que no serán juzgados (Juan 5:28, 29)

Los justos resucitados no serán juzgados o escudriñados, sino que obtendrán una resurrección de vida eterna…

La resurrección terrestre de los injustos que serán juzgados (Juan 5:28, 29)

Los resucitados injustos serán juzgados o escudriñados antes de tener la posibilidad de obtener la vida eterna…

La resurrección celestial de los 144.000 (Apocalipsis 14:1-3)

Muchos vivirán en el paraíso, pero pocos irán al cielo, en presencia de Cristo y de su Padre Celestial…

Las fiestas de las cosechas – Prefiguración de las diferentes resurrecciones (Colosenses 1:1-3; 2:17)

Las fiestas de las cosechas se entienden proféticamente como siendo las diferentes resurrecciones…

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